El embarazo de Rocío en mitad de la sala de la quimioterapia llamaba la atención como un semáforo en ámbar. Han pasado cinco años pero ella aún recuerda las miradas en la calle, atónitas, de su barriga a su cabeza desnuda. Ella es una de las cerca de 150 españolas que cada año recibe el amargo diagnóstico de cáncer de mama mientras prepara el nacimiento de su bebé o amamanta a su recién nacido, un cáncer de mama gestacional al que una investigación española trata ahora de conocer mejor.
Todos los especialistas coinciden en que el cáncer de mama durante el embarazo o el primer año posterior al parto es algo muy infrecuente (apenas el 0,1%-3,8% de todos los tumores mamarios, según las estadísticas), pero admiten también un ligero aumento en los últimos años motivado, quizás, por el retraso en la edad en la que las mujeres tienen su primer hijo. Los de mama y cuello uterino representan el 25% de los cánceres que se diagnostican en mujeres embarazadas, pero no son los únicos, melanoma, ovario, tiroides o leucemias también pueden coincidir en estos nueve meses.
En general, explica el doctor Ignacio Sánchez Méndez, coordinador de la Unidad de Patología Mamaria del Hospital La Paz de Madrid, lo que se sabe en torno a este tipo de cáncer es que no es más agresivo ni diferente al de las otras mujeres no embarazadas, "el problema es que a menudo se diagnostica tarde porque en el embarazo son frecuentes los cambios en la mama y cualquier bulto sospechoso se suele atribuir a la gestación". Aunque admite el baile de estadísticas indica que en España estaríamos hablando de un caso por cada 3.000 embarazos aproximadamente.
Miriam Camacho conoce bien esa parte de la historia. En su caso, fue ella quien insistió a la ginecóloga en la primera revisión después de tener a su primera hija. Se había notado un bultito en el pecho y sus antecedentes hacían temer lo peor: "Mi madre había muerto de cáncer de mama cuando yo tenía sólo 13 meses".
La cruel genética del cáncer había querido repetir con ella el mismo diagnóstico, 30 años después. "Cuando yo nací, me quedé al cuidado de un familiar porque mi madre empezó con el diagnóstico y el tratamiento; y era algo en lo que siempre pensaba cuando me quedé embarazada". Cuando su hija tenía sólo nueve meses ingresó para ser operada, "es algo muy duro, que te marca, pero al mismo tiempo te da mucha fuerza, porque iba viendo crecer a la niña, cómo habla, cómo camina... y te olvidas de cómo estás tú físicamente". Aunque le gustaría volver a ser madre, sus médicos se lo desaconsejan por ahora.
Estudio español
Precisamente, como explica el doctor Juan de la Haba, miembro del Grupo Español de Cáncer de Mama (Geicam), este grupo español de investigación va a iniciar en varios hospitales un proyecto para definir mejor molecularmente esta enfermedad y comprobar si se puede hablar de un subtipo de cáncer de mama diferente y ver cómo puede afectar el embarazo en estas mujeres. "En la actualidad se suele aconsejar un periodo de cinco años para un nuevo embarazo, pero si conociésemos mejor las características del cáncer gestacional podremos decirles a mujeres como Miriam cuándo es seguro un nuevo embarazo después de un cáncer de mama", explica este oncólogo del Hospital Reina Sofía de Córdoba.
"Curiosamente, siendo la gestación un periodo de gran actividad hormonal, el 60% de estos tumores tienen los receptores hormonales negativos [es decir, su crecimiento no está influido por los estrógenos]". Una posible explicación, apunta, es que estos tumores llamados triple negativos son más frecuentes en mujeres jóvenes; sin embargo, añade, no se puede descartar que el embarazo tenga algo que ver (la edad media de aparición del cáncer de mama en embarazadas es de 36 años).
Geicam acaba de recibir una donación de 10.000 euros de la asociación 'Rosae' para investigar las peculiaridades moleculares de este tipo de cáncer. Como explica el oncólogo del Reina Sofía de Córdoba, el embarazo juega una acción protectora frente al cáncer de mama, sobre todo cuando se produce a edades tempranas (en torno a los 20 años); sin embargo, pasados los 30 (las españolas tienen el primer hijo a los 31,2), la gestación no resulta tan protectora, sino que se asocia a un incremento del riesgo de tumores. "La maduración del tejido mamario finaliza con el primer embarazo y la lactancia, sin embargo, cuando la gestación se retrasa -algo frecuente en las sociedades occidentales- las células han estado expuestas a diferentes tóxicos durante mucho tiempo [tabaco, alcohol, compuestos químicos...]. Es posible que el embarazo estimule el crecimiento anómalo de esas células ya dañadas previamente", apunta De la Haba.
Este mensaje, aclara, no quiere decir que las mujeres deban quedarse embarazadas a edades tempranas, pero sí insiste en que estudios de este tipo pueden ayudar a conocer mejor el mecanismo que desencadena la aparición de un tumor durante el embarazo. Precisamente hace pocos días, el estudio El Álamo III de Geicam señalaba el retraso en la maternidad como una de las causas del mayor número de tumores que se diagnostican en mujeres jóvenes (casi el 20% de las españolas con cáncer de mama tiene menos de 45 años).
Rocío fue diagnosticada en su segundo embarazo, cuando estaba sólo de 12 semanas. "Una de las cosas que más me preocupó fue mi hija mayor, que en ese momento tenía cuatro años", recuerda ahora, llena de una vitalidad contagiosa. "El médico [el propio doctor Sánchez-Méndez de La Paz] le explicó a la niña que mamá tenía daño en el brazo y que me iba a dar un líquido para curarme, y que se me caería el pelo", esa alopecia que tantas miradas de atención atraía por la calle, y en el hospital de día, mientras se sometía a interminable sesiones de quimio. Las dos, y también el marido de Rocío, tuvieron el apoyo del servicio de Psiconcología de La Paz. "Claro que necesitas ayuda, es muy importante. Para mí lo más duro fue no poder abrazar a mi hija pequeña al nacer porque me acababan de operar de los ganglios. Yo soy una persona muy positiva, intentaba no llorar, pero es muy duro".
Los tratamientos, con normalidad
Como explica el doctor Sánchez-Méndez todo el arsenal contra el cáncer de mama se puede administrar durante el embarazo con seguridad para el bebé. Salvo la radioterapia (que incluso en algunos casos podría darse con protectores especiales) y algunas quimioterapias (para las que habría alternativa), el resto de terapias y tratamientos se administran con normalidad (incluida la cirugía con anestesia general).
El periodo más crítico para el feto suele ser el primer trimestre (hasta la semana 10), pero entre que se confirma el diagnóstico (generalmente sin mamografía) y se programa la cirugía, han transcurrido ya esas semanas, apunta el especialista madrileño. Es el caso de Rocío, a quien le quitaron un pecho a las 12 semanas de gestación y que inició justo a continuación la quimioterapia. "Me programaron la cesárea a las 35 semanas, casi recién operada de los ganglios, por lo que no pude coger a la niña hasta que pasaron 15 o 20 días. Después seguí con la quimio y con 40 semanas de radioterapia [en la mayoría de casos la lactancia se desaconseja precisamente para no retrasar más la radiación]". Cuando había terminado esta batalla, un segundo tumor apareció en la otra mama y tuvo que pasar de nuevo por el quirófano; "en total he estado un año y medio sin las dos mamas".
Algunas mujeres, reconoce Sánchez-Méndez, se plantean interrumpir el embarazo cuando conocen el diagnóstico. "Sin embargo, sabemos que quienes abortan van peor, aunque es cierto que desconocemos a ciencia cierta porqué. Pero hay que explicarles bien que el desarrollo del feto no se va a ver comprometido, y para muchas de ellas, después de los tratamientos, no habrá otra oportunidad de tener hijos en el futuro", apunta.
"Pensar en mi hija mayor y en la que venía me ayudó mucho, tenía que luchar por ellas, ser positiva. Desde luego si estás todo el día diciendo que no vas a salir, que esto es un asco... te vas al hoyo. Mi embarazo era tan escandaloso en el hospital de día que mucha gente te pregunta, te anima, te dice que todo va a salir bien...". Su foto sonriente, abrazando a sus dos hijas con pañuelo, colgada en el despacho de los oncólogos que la atendieron, da fe de ello.
Fuente: el mundo
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